Muerte, memoria, ciclo y esperanza: Así fue mi aventura por ‘Clair Obscur Expedition 33’
Un juego que cuestiona el valor de la resistencia cuando el final es inevitable, acompañado por una de las mejores bandas sonoras del año.

Desde que Clair Obscur: Expedition 33 llegó a mis manos hace varias semanas, no ha dejado de resonar en mí como una experiencia que busca trascender más allá del mero entretenimiento.
Sandfall Interactive creó un JRPG que no solo rinde homenaje a los clásicos del género, sino que también se atreve, como pocos juegos en la industria se han atrevido, a explorar temas filosóficos que nos hacen interpretarlo de maneras distintas: la inevitabilidad de la muerte, el peso de la memoria, la repetición cíclica del sufrimiento y, sin embargo, la tenacidad de la esperanza humana ante la adversidad.
Este no es un videojuego que se limita a contarnos una historia; es una meditación interactiva sobre la condición humana, envuelta en una estética que oscila entre lo sublime y lo sombrío. Clair Obscur —término que hace referencia al contraste entre luz y oscuridad en el arte— no es solo su nombre, sino una abierta declaración de sus intenciones.
Mundo condenado, maldición ineludible
La premisa de Expedition 33 es desgarradora y a su vez poética: sesenta y siete años atrás, un evento conocido como The Fracture fracturó el mundo, dejando a la ciudad de Lumière como el último bastión de la humanidad. En medio de dicho cataclismo, surgió la Pintora, una engimática entidad que anualmente pinta un número en un monolito, reduciéndolo en una cuenta regresiva para la humanidad misma.
Cuando el número pintado coincide con la edad de una persona, esta es borrada de la existencia en un evento conocido por la humanidad como el Gommage (literalmente, “borrado”).
La Expedición 33 —la sexagésima séptima en intentarlo— es el último esfuerzo organizado de la humanidad para detener a la Pintora antes de que su cuenta regresiva llegue a cero y, así, extinga a la humanidad. Pero hay un problema: nadie ha regresado jamás de una expedición. Incluso, los cuerpos de los anteriores aventureros yacen intactos durante el camino que recorremos, como recordatorios silenciosos del fracaso.
Aquí, el juego nos plantea su primera gran interrogante: ¿Qué sentido tiene luchar contra lo inevitable?

Portadores de dolor y la resiliencia
El corazón de Expedition 33 late en sus personajes, cada uno cargando su propia cruz frente a la muerte.
- Gustave, el protagonista, es un ingeniero convertido en expedicionario. Su interpretación por Charlie Cox (conocido por su papel en Daredevil) le otorga una profundidad conmovedora. En el prólogo, acompaña a su exnovia, Sophie, a su Gommage. La escena es devastadora: dos personas que aún se aman, separadas no por el desgaste del tiempo, sino por un decreto arbitrario de la existencia. ¿Cómo se despide a alguien que está a punto de evaporarse? Gustave elige la expedición no por heroísmo, sino por un sentido del deber hacia aquellos que vendrán después.
- Maelle, hermana adoptiva de Gustave (voz de Jennifer English), representa la juventud que se niega a aceptar un futuro truncado. Su química con Gustave es palpable, teñida de un humor nacido de crecer rodeados de muerte.
- Lune (Andy Serkis) y Sciel (Ben Starr) encarnan distintas formas de lidiar con el dolor: uno, obsesionado con el conocimiento; la otra, con la venganza.
- Monoco, el guerrero Gestral, aporta un alivio cómico, pero incluso él y su locura son una máscara frente al absurdo de su realidad.
El juego no teme explorar la complejidad emocional de sus personajes. Hay momentos de risa, de ternura, de rabia impotente. Como en la vida real, el dolor no es un monólogo, sino una conversación interrumpida por breves instantes de luz.

El claroscuro: entre la belleza y el horror
El mundo de Expedition 33 es una mezcla hipnótica de la Belle Époque francesa y el surrealismo más oscuro. Lumière, la “Ciudad de la Luz”, es un sueño art nouveau teñido de melancolía, donde las calles están adornadas con flores y los edificios se derrumban bajo una piedra negra que crece como un cáncer.
Los paisajes que la expedición recorre son igualmente contradictorios:
- Visages, una tierra donde las montañas tienen rostros esculpidos, como si la tierra misma llorara.
- Eaux Volantes, un océano suspendido en el cielo, con ballenas nadando entre nubes y barcos varados en el aire.
- El Campo de Batalla Olvidado, un páramo lleno de cuerpos petrificados en el momento de su muerte.
Estos escenarios no son meros decorados; son extensiones de los temas del juego. La Pintora no solo mata: transforma, corrompe, reescribe la realidad como la artista que, caprichosamente, sigue modificando su obra.

El baile entre el orden y el caos
El sistema de combate de Expedition 33 es una fusión innovadora de turnos clásicos y acción en tiempo real. Los personajes atacan, esquivan, saltan y bloquean al ritmo de los enemigos, con mecánicas de parry que recuerdan a Dark Souls, pero sin abandonar la estrategia por turnos.
Cada personaje tiene un estilo único:
- Gustave acumula carga para descargar golpes devastadores.
- Monoco “aprende” habilidades devorando los pies de sus enemigos (sí, leíste bien).
- Las Pictos, objetos equipables, permiten personalizar habilidades pasivas, añadiendo capas de profundidad táctica al desarrollo de combates.
Pero lo más interesante es cómo el combate refleja la narrativa: cada batalla es una metáfora de la lucha contra el destino. Los enemigos no son simples monstruos; son manifestaciones de un trauma colectivo.

¿Por qué resistirse a lo inevitable?
Expedition 33 no ofrece respuestas fáciles. En lugar de un mensaje triunfalista, plantea preguntas incómodas:
- La muerte como ritual
El Gommage no es un acto de violencia; es un evento casi ceremonial. La gente baila, celebra, se despide. ¿Es más cruel saber cuándo morirás que ignorarlo? - El mito de Sísifo en formato JRPG
Las expediciones anteriores fracasaron. La 33 probablemente también lo hará. ¿Por qué seguir intentándolo? La respuesta del juego parece ser camusiana: la lucha misma basta. - La memoria como resistencia
Los diarios de expedicionarios muertos y los cuerpos incorruptos son legados. La Pintora borra personas, pero no sus huellas. - ¿Es egoísta traer niños a un mundo condenado?
Un NPC lo pregunta directamente casi al inicio del juego. Otro responde: “Es egoísta no intentar repoblar“.

Un viaje que perdura
Clair Obscur: Expedition 33, para mí, es una obra maestra no por su perfección técnica (porque tiene algunos problemas de iluminación y sincronización de labios), sino por su ambición narrativa y emocional. Es un juego que me duele, pero cuyo dolor tiene propósito.
Después de 50 horas inmerso en este mundo, me quedé con una sensación agridulce de cara a lo que nos representa como humanidad. Como Gustave, sabemos que el viaje terminará. Pero como los habitantes de Lumière, elegimos bailar mientras la oscuridad cae sobre nosotros.
Porque al final, la luz no es la ausencia de oscuridad, sino el coraje humano de encender una vela en medio de ella.
Clair Obscur: Expedition 33 no solo se juega: se siente, se escucha, se vive. Y en este viaje hacia lo inevitable, la banda sonora de Lorien Testard se erige como un personaje más. Desde el tema principal, Alicia—una pieza de melancolía orquestal con voces francesas que cortan el alma—hasta los motivos caprichosos de los Gestrals o los crescendos épicos que acompañan cada revelación, la música teje un puente entre lo terrenal y lo divino.
Como si fuera una pintura sonora, Testard mezcla sinfonías clásicas con destellos de jazz, recordándonos que incluso en un mundo condenado, la belleza persiste. Los violonchelos lloran por Gustave, los saxofones bailan en la locura de Monoco, y el silencio—ese otro instrumento—nos deja solos frente al monolito.
Porque al final, cuando los créditos caigan y el último acorde se apague, Expedition 33 no se irá del todo. Quedará en ustedes, como queda en mí, esa melodía que suena cuando miramos al abismo… y aun así decidimos pintar algo hermoso.